Jugar o no jugar

Una madre y sus dos hijos de unos siete u ocho años esperan en el médico. Uno de los niños, llevado por la curiosidad y pasión por jugar y divertirse que caracterizan su edad, corretea por la plaza en la que se encuentra el consultorio, imaginando mil historias en las que luchar contra todo tipo de monstruos. Su hermano por el contrario, permanece al lado de su madre y encuentra en su móvil toda la diversión que necesita con un juego que le entretiene.
Llegamos al momento cumbre de la situación. Sigue leyendo